En 2024, hemos sido testigos de un fenómeno sin precedentes: una ola de procesos electorales en más de 70 países. Esta coincidencia electoral, con un efecto en cascada a lo largo de distintas latitudes, ha generado un clima global de inestabilidad y percepciones de cambio que han hecho tambalear los cimientos de muchas sociedades. Cada ciclo electoral está marcando un pulso particular, donde en las más mediáticas hemos podido ver que la moderación ha dado paso a posturas más extremas y el consenso parece estar siendo sustituido por el conflicto.
Uno de los efectos más evidentes de esta coincidencia es la percepción de un mundo cada vez más polarizado. La incertidumbre que generan tantas elecciones, celebradas en un corto lapso de tiempo, está amplificando tensiones sociales y fracturas políticas que ya existían. En lugar de promover un clima de estabilidad y continuidad, los procesos democráticos recientes parecen fomentar un cambio constante, a menudo en direcciones opuestas y con perspectivas radicalmente diferentes. Los gobiernos se suceden uno tras otro, con propuestas que oscilan entre extremos, y esta falta de continuidad dificulta cualquier proyecto a largo plazo.
Estamos viendo emerger un patrón preocupante: las campañas y los debates se centran cada vez más en señalar al enemigo, en dividir, en prometer cambios abruptos o en resaltar las diferencias insalvables. En lugar de construir puentes y buscar puntos de encuentro, muchos líderes políticos optan por exacerbar los temores y aprovechar las emociones más viscerales del electorado. Esto ha generado un ciclo que se retroalimenta: con cada elección, el discurso se torna más encendido y el tono, más agresivo.
La falta de coherencia y consenso está llevando a un agotamiento tanto a nivel institucional como ciudadano. Los votantes, constantemente llamados a elegir entre extremos, parecen perder confianza en los procesos democráticos y en la posibilidad de encontrar solución a problemas estructurales que necesitan, sobre todo, paciencia y continuidad. Las propuestas, en muchos casos, ya no buscan apaciguar las aguas, sino generar grandes tempestades que prometan cambios rápidos y soluciones milagrosas. Sin embargo, la realidad de los problemas sociales, económicos y ambientales requiere algo más que giros abruptos; necesita compromiso, planificación y, sobre todo, la capacidad de escuchar y unir.
Vivimos tiempos en los que el liderazgo está siendo puesto a prueba, no solo por sus políticas sino por su capacidad de actuar como garantes del diálogo y el equilibrio. Los líderes que el mundo necesita hoy no son aquellos que, desde la orilla, agitan las aguas hasta desencadenar tormentas; sino aquellos que, desde el centro del barco, se esfuerzan por mantener el rumbo firme, apaciguando tensiones y promoviendo el encuentro entre quienes piensan diferente. Frente a esta ola global de elecciones y el efecto distorsionador que está generando, necesitamos referentes dispuestos a tender la mano y construir consensos que sean sólidos y sostenibles.
La democracia tiene en sus bases la diversidad y el debate, pero también el compromiso de no desestabilizar el barco común. En este momento histórico, donde parece que todos están remando en direcciones contrarias, es esencial encontrar esos liderazgos que prioricen el bien colectivo por encima del protagonismo, que apuesten por la coherencia y no por la confrontación.
Solo así podremos navegar con mayor certeza en este mar revuelto de cambios globales.
Reflexión Personal
Como consultora estratégica, me encuentro observando muy de cerca los cambios que estas etapas electorales están generando. Siento una mezcla de preocupación y responsabilidad. Preocupación, al ver cómo se están debilitando las bases del diálogo, el consenso y la estabilidad que tanto necesitamos como sociedad. Y responsabilidad, porque creo firmemente que mi trabajo, al ayudar a construir puentes entre instituciones, empresas y los líderes que las representan, puede ser una pequeña pero importante contribución a este gran reto.
En tiempos de polarización y discursos incendiarios, la capacidad de relacionarse y de comunicarse de manera efectiva se convierte en un recurso aún más valioso. Es gratificante poder dedicar mi tiempo a promover un cambio que se enfoca en la reconciliación, el diálogo y el fortalecimiento de la confianza entre las partes. Estoy convencida de que, aunque los tiempos sean difíciles, la única vía para construir un futuro mejor es a través del entendimiento mutuo con líderes que verdaderamente apuesten por el bien común.
No hay atajos, solo el arduo pero necesario trabajo de escuchar, dialogar y comprometerse.